Un equipo de biólogos marinos británicos se encontró con una situación surrealista mientras seguía la pista de un atún rojo (Thunnus thynnus). La baliza de seguimiento que habían colocado al túnido no estaba en el océano, sino en una carretera hacia Birmingham. ¿Cómo era posible? La investigadora de la Universidad de Exeter, Lucy Hawkes, y su equipo habían redescubierto esta especie hace dos años y continuaban analizando su comportamiento.
La aventura comenzó un mes antes, cuando colocaron la baliza en el puerto de Plymouth. Los primeros datos la situaban en una playa de Cornwall, pero al ir a buscarla, no la encontraron. Al día siguiente, la baliza se movió hacia Birmingham, a unos 340 kilómetros de distancia. Hawkes asumió que alguien había recogido la baliza y decidió contactar con emisoras locales para pedir ayuda.
La búsqueda fue complicada, ya que la baliza solo transmitía su localización y no los datos recopilados. Estos dispositivos son valiosos no solo por la información que contienen, sino también por su coste. Después de varios intentos, Hawkes recibió respuesta de un vecino llamado Brian Shuttleworth, quien había encontrado la baliza durante sus vacaciones. Tras escuchar la intervención de Hawkes en la radio, se puso en contacto con el equipo.
Shuttleworth explicó que intentaron contactar con el número de teléfono en la baliza, pero no tuvieron éxito. Finalmente, el equipo de biólogos recuperó la baliza y ahora esperan analizar los datos recopilados. Este curioso episodio destaca la importancia de la colaboración entre la ciencia y la comunidad, así como el valor de la tecnología en la investigación marina.