El Futuro Colisionador Circular del CERN: Un proyecto científico apasionante

El Futuro Colisionador Circular (FCC) que ya están planeando los físicos e ingenieros del CERN (Organización Europea para la Investigación Nuclear) es sin duda uno de los proyectos científicos más apasionantes en desarrollo. Su puesta a punto comenzó a fraguarse en 2019 y su propósito será, ni más ni menos, reemplazar al HL LHC (High Luminosity Large Hadron Collider o LHC de alta luminosidad), el acelerador de partículas que en su versión con luminosidad ‘estándar’ ha permitido a los físicos del CERN, entre otros hallazgos, descubrir el bosón de Higgs. Si el itinerario que ha planificado el CERN sigue su curso tal y como lo ha hecho hasta ahora el HL LHC estará listo a finales de esta década. En 2030. Y será capaz de producir nada menos que 40 millones de colisiones por segundo. La cantidad de información que generará será tan enorme que, tal y como nos explicó el físico español Santiago Folgueras en la conversación que mantuvimos con él a principios de diciembre, será necesario poner a punto un sistema que sea capaz de analizar los datos en tiempo real y tomar una decisión respecto a la colisión que se acaba de producir. No obstante, el plan de los físicos del CERN no acaba con el HL LHC. Cuando finalmente concluyan todos sus ciclos de operación esta institución planea construir el FCC, un acelerador mucho más grande y capaz de llegar a energías mucho más altas. Presumiblemente tendrá una circunferencia de 91 km (la del actual LHC mide 27 km), y su construcción arrancará en 2038. El propósito de los físicos del CERN es que el FCC sea capaz de alcanzar durante la segunda etapa del proyecto una energía de 100 TeV (teraelectronvoltios). Algunas de las preguntas que los físicos del CERN tienen la esperanza de poder responder con la ayuda del HL LHC son qué es y qué propiedades tiene la materia oscura, por qué los neutrinos tienen masa y por qué no hay antimateria en el universo. No cabe duda de que son preguntas apasionantes. Aún es pronto para concretar con precisión qué preguntas podrán responder con la ayuda del FCC, pero no cabe duda de que la energía con la que trabajará debería permitirles llegar más lejos que el HL LHC. Si finalmente el FCC es aprobado y logra alcanzar su cometido el conocimiento que nos entregará en el ámbito de la ciencia básica justificará plenamente el dinero invertido en él. Según las previsiones del CERN el FCC costará 20.000 millones de euros. Puede parecer mucho dinero, pero si tenemos presente que será una máquina que persigue afianzarse como una herramienta fundamental en la elaboración de física de vanguardia no lo es. Es una inversión muy razonable. De hecho, construir y equipar una fábrica de chips de última generación puede costar mucho más. La que Intel planea construir en Magdeburgo (Alemania) tendrá un coste de 30.000 millones de euros. Javier Santaolalla, divulgador científico, ingeniero y físico que participó en el descubrimiento del bosón de Higgs, defiende que ‘el CERN desarrolla tecnologías que luego se aplican en la industria. De hecho, uno de sus pilares básicos es la transferencia tecnológica, que consiste en buscar aplicaciones para aquello que investiga. Las patentes que se desarrollan en el CERN son abiertas. Están buscando constantemente enlaces con la industria para aplicar lo que se descubre en cámaras de vacío, criogenia y muchas otras áreas. Es una forma directa de generar riqueza’. Santiago Folgueras, el joven físico español que ha ganado una ayuda Starting Grant del Consejo Europeo de Investigación dotada con 1,5 millones de euros para liderar el proyecto INTREPID para el CERN considera que ‘la investigación en ciencia básica entrega grandes avances tecnológicos a la sociedad. Si no hay personas haciendo ciencia básica esto no ocurre. Además, estos desarrollos tecnológicos llegan gratis a la sociedad porque no producen patentes. En el CERN se han desarrollado, entre muchas otras innovaciones tecnológicas, la world wide web, la tecnología de aceleradores de partículas que se emplea actualmente para tratar el cáncer o la levitación magnética empleada por algunos trenes de última generación’.

Imagen: CERN

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