Los cinco sentidos tradicionales – vista, oído, tacto, gusto y olfato – han sido la base de nuestra comprensión sensorial desde tiempos de Aristóteles. Sin embargo, los científicos modernos creen que esta clasificación es insuficiente. Según algunos expertos, podríamos tener más de treinta sentidos. La mayoría de las listas actualizadas incluyen al menos diez sentidos adicionales.
Por ejemplo, la zoóloga Jackie Higgins, en su libro «Consciente: lo que los animales revelan sobre nuestros sentidos», menciona doce sentidos. Además de los cinco tradicionales, añade sentidos específicos para el color, placer y dolor, deseo, equilibrio, tiempo, dirección, cuerpo y propiocepción.
El sistema vestibular, ubicado en el oído, es crucial para el equilibrio. Este sentido nos ayuda a mantenernos en pie y a percibir aceleraciones, como cuando viajamos en un vehículo. La vista también se desdobla, ya que nuestros fotorreceptores calibran nuestro reloj biológico, afectando nuestros ritmos circadianos.
El tacto no solo percibe la presión, sino también la temperatura, con receptores específicos para el frío y el calor. La propiocepción, o sentido del espacio, nos permite coordinar movimientos sin depender de otros sentidos.
Los sentidos conectan nuestro cerebro con el mundo exterior, permitiéndonos interactuar con un entorno lleno de estímulos. A medida que aprendemos más sobre nuestra mente y cuerpo, es probable que descubramos nuevas formas de interacción sensorial. Clasificar estos sentidos no es sencillo, pero es esencial para comprender mejor nuestra relación con el mundo.
Imagen: Cottonbro Studio
