En febrero de 2016, Steffanie Strathdee se enfrentó a la posibilidad de perder a su marido, Tom Patterson, debido a una infección mortal causada por una superbacteria resistente a los antibióticos. Desesperada por encontrar una solución, Strathdee descubrió el potencial de los bacteriófagos, virus que pueden combatir las bacterias. Tras convencer a científicos especializados en bacteriófagos de todo el país para que buscaran los adecuados, la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA) aprobó el tratamiento y los bacteriófagos fueron inyectados en el cuerpo de Patterson, salvándole la vida. Este caso es un ejemplo de la perseverancia y la suerte, y destaca el potencial de los bacteriófagos para combatir las superbacterias resistentes a los antibióticos. Según Strathdee, se estima que para 2050, 10 millones de personas al año morirán debido a infecciones de superbacterias. Sin embargo, los bacteriófagos podrían ser la solución a esta creciente amenaza. Aunque no reemplazarán por completo a los antibióticos, pueden complementarlos e incluso hacer que funcionen mejor. Desde el caso de Patterson, ha habido un aumento en los ensayos clínicos y programas de terapia de bacteriófagos en todo el mundo. Strathdee y Patterson han compartido su historia en el libro ‘The Perfect Predator: A Scientist’s Race to Save Her Husband From a Deadly Superbug’ y han fundado el Centro de Innovación de Aplicación de Bacteriófagos y Terapias (IPATH) para tratar a pacientes con infecciones resistentes a los medicamentos. Además, se está trabajando en la creación de una biblioteca de bacteriófagos para facilitar el acceso a estos tratamientos. En resumen, los bacteriófagos tienen el potencial de ser una solución efectiva contra las superbacterias resistentes a los antibióticos y podrían salvar innumerables vidas en el futuro.