Turquía, por su situación geográfica, juega un papel estratégico clave en la geopolítica actual. Esto se refleja en su reciente apoyo al desarrollo de su propio sistema de defensa aérea, conocido como ‘Steel Dome’ (Cúpula de Acero). Este movimiento marca una clara desvinculación del sistema antimisiles «Escudo del Cielo Europeo», impulsado por Alemania y respaldado por varios países bajo la OTAN.
El nuevo sistema de defensa aérea, que combina múltiples tecnologías autóctonas, busca crear un escudo protector robusto para el espacio aéreo turco. Entre los componentes del ‘Steel Dome’ se encuentran radares de alerta temprana, misiles interceptores y sistemas de mando y control, todos interconectados mediante inteligencia artificial. Este enfoque integral mejorará la eficacia y los tiempos de respuesta ante diversas amenazas, incluyendo misiles balísticos y drones.
La decisión de Turquía de invertir en su industria de defensa responde a la creciente complejidad de las amenazas aéreas y a la necesidad de aumentar su independencia militar. A pesar de la negativa de Estados Unidos a suministrar sistemas de defensa, Turquía ha continuado desarrollando su capacidad militar, presentando incluso su primer avión de combate local.
Además, la creciente industria de defensa turca, ejemplificada por el éxito del dron TB2, ha llevado a un aumento significativo en los ingresos de las empresas del sector. Esto ha posicionado a Turquía como un actor importante en el mercado global de defensa aérea.
Sin embargo, la relación de Turquía con la Unión Europea en materia de defensa es compleja. A pesar de su interés en participar en iniciativas de cooperación militar, la UE ha mostrado reticencias debido a preocupaciones sobre la democracia en Turquía. Aun así, algunos expertos argumentan que la cooperación en defensa podría ser beneficiosa para ambas partes, dada la creciente importancia de Turquía en la seguridad regional.
Imagen: Reuters