En 2020, mientras el mundo luchaba contra la pandemia de Covid-19, FCA y PSA anunciaron su fusión, dando vida a Stellantis, el conglomerado automovilístico más grande del mundo. Con 14 marcas bajo su ala y una cuota de mercado significativa, el reto era llevar esta gran empresa a buen puerto. Carlos Tavares, como CEO, implementó medidas drásticas para reducir costes de fabricación y optimizar plataformas, lo que resultó en el lanzamiento de modelos como el Peugeot e-208 y el Opel Corsa e.
La estrategia de Tavares se centró en mejorar la rentabilidad, evitando seguir el camino de Volkswagen. Los resultados iniciales fueron positivos, con récords en 2021 y 2022. Sin embargo, a finales de 2022, comenzaron a surgir problemas internos. Tavares prometió que Stellantis se mantendría fuerte ante un 2024 incierto, pero la realidad es que la compañía enfrenta desafíos significativos.
Los márgenes de beneficio han disminuido, en parte debido a la estrategia en Norteamérica y las bajas ventas de algunas marcas. En septiembre, Stellantis anunció una reducción de producción de 200.000 unidades y una caída esperada en el margen operativo del 7% al 5,5%. Los concesionarios están luchando para vender coches electrificados y han solicitado a la UE que revise los límites de emisiones, lo que contradice la postura de Tavares.
Además, el stock acumulado en Estados Unidos es preocupante. Stellantis se enfrenta a la difícil decisión de vender coches a precios bajos o dejar que se acumulen. Tavares ha indicado que revisarán el rendimiento de cada marca en dos o tres años, lo que pone en riesgo a marcas como Alfa Romeo y Maserati.
El futuro de Stellantis es incierto. Las marcas deben demostrar su rentabilidad en un plazo corto, y Tavares ha dejado claro que no se tolerarán pérdidas. La presión está sobre el nuevo CEO que asumirá en 2026, quien deberá tomar decisiones críticas para el futuro del conglomerado.
Imagen: Maserati