Rusia ha descubierto la mayor reserva de petróleo y gas del mundo en la Antártida, con el equivalente a 511.000 millones de barriles de petróleo. Este hallazgo plantea preocupaciones tanto climáticas como geopolíticas, ya que el continente blanco es considerado un bien común de la humanidad desde la firma del Tratado Antártico en 1959. Sin embargo, este descubrimiento no es resultado de una investigación científica, sino de prospecciones realizadas por la agencia rusa RosGeo.
El parlamento británico está preocupado por las intenciones de Rusia en una zona bajo control británico, ya que se teme que pueda socavar las normas asociadas a la investigación científica y abrir la puerta a la explotación de recursos. Además, existe el riesgo de que otras naciones que administran partes de la Antártida también quieran explotar estos recursos, lo que afectaría negativamente a la transición energética y al medio ambiente.
El profesor Alan Hemmings, experto en geopolítica de la Antártida, advierte que nunca habrá un momento sensato para extraer hidrocarburos de la Antártida, ya que esto podría tener consecuencias catastróficas para el planeta. Este descubrimiento plantea un dilema entre el interés económico y la preservación del medio ambiente.