Ray-Ban y Meta están logrando lo que parecía casi utópico: convertir las gafas inteligentes en un producto útil, deseable y exitoso. Este avance está superando el estigma que dejaron las Google Glass hace una década. El éxito comercial de las Ray-Ban Meta marca un cambio cultural en la aceptación de los dispositivos corporales, que hasta ahora estaban limitados a relojes y auriculares TWS.
Las cifras son reveladoras: las Ray-Ban Meta lideran las ventas en el 60% de las tiendas de la marca en Europa, superando a las gafas tradicionales. Su precio oscila entre 329 y 409 euros, dependiendo del acabado de la montura. Además, Meta ha invertido 4.370 millones de dólares en una participación del 5% en EssilorLuxottica, lo que refuerza su compromiso con este sector.
El contexto es importante. Cuando Google lanzó las Glass, el rechazo fue inmediato. Los usuarios eran tildados de ‘glassholes’ y enfrentaron agresiones por llevarlas en público. Esto se debió a su diseño poco atractivo y a las preocupaciones sobre la privacidad. Sin embargo, la colaboración entre Ray-Ban y Meta ha logrado lo que Google no pudo: hacer que las gafas inteligentes parezcan normales y discretas.
El éxito de las Ray-Ban Meta en Europa es notable, ya que aquí no cuentan con las funciones de IA que tienen en Estados Unidos. Los consumidores europeos las compran por sus características básicas: altavoces, micrófono y cámara integrados. Esto indica que, por el momento, les resulta suficiente.
En cuanto a la visión a futuro, Meta y EssilorLuxottica han extendido su acuerdo hasta más allá de 2030, con planes para varias generaciones de gafas inteligentes. El CTO de Meta, Andrew Bosworth, las considera ‘el futuro’ y ‘la tecnología más impactante desde el smartphone’. Sin embargo, este éxito inicial no elimina los retos que Meta seguirá enfrentando, como las preocupaciones sobre la privacidad y el uso de datos personales.
En resumen, la aceptación masiva de las Ray-Ban Meta posiciona a Meta favorablemente para la próxima guerra de dispositivos corporales, IA y realidad aumentada. La pregunta ya no es si las gafas inteligentes se convertirán en algo cotidiano, sino cuándo.