Un niño de nueve años fue abandonado por su madre en un pequeño pueblo de Francia y sobrevivió dos años solo en un apartamento sin luz, agua caliente ni calefacción. La madre fue condenada a dieciocho meses de cárcel, con remisión de pena, y seis meses de vigilancia electrónica. El niño se alimentaba robando comida y fue descubierto por vecinos que tardaron un año en denunciar el caso. A pesar de su situación, el niño asistía a la escuela y era un buen alumno. Finalmente, fue acogido por una familia de adopción. El Tribunal de Angulema instruyó el caso y la madre negó los hechos, pero fue condenada a prisión y vigilancia electrónica.
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