Un nuevo estudio ha analizado restos de origen biológico en rocas con 3.500 millones de años de antigüedad, revelando información sobre la vida en los primeros 1.000 millones de años de la Tierra. El estudio se realizó en el cratón de Pilbara, un lugar ideal para estudiar los orígenes de la vida en la Tierra. Los investigadores utilizaron técnicas de alta resolución, como la espectroscopia por resonancia magnética nuclear y la estructura fina de absorción de rayos-X, para analizar partículas carbonosas encontradas en rocas compuestas de sulfato de bario. Los resultados indican que los organismos que dejaron su rastro en este cratón habrían acabado convirtiéndose en depósitos de sedimento de una caldera, y su vida habría estado condicionada por la actividad volcánica. Estos microorganismos se comparan con los que viven en entornos similares en la actualidad, como los géiseres islandeses o las fuentes de Yellowstone.