La microgravedad en la Estación Espacial Internacional (EEI) permite llevar a cabo experimentos en condiciones únicas. La EEI orbita a una velocidad lo suficientemente alta como para neutralizar la gravedad terrestre, lo que crea una sensación de falta de gravedad. Sin embargo, la gravedad sigue presente, pero es compensada por la fuerza lateral y la aceleración centrípeta generadas por la velocidad de la EEI. Esta microgravedad es ideal para realizar experimentos en disciplinas como la biología, la física, la farmacología y la medicina. Además, permite estudiar el impacto de la ingravidez en el comportamiento de los fluidos y en las aleaciones metálicas. También es valiosa para analizar los efectos del envejecimiento en el cuerpo humano, ya que acelera la pérdida de masa ósea y muscular. La astronauta española Sara García Alonso destaca que en la microgravedad no se generan corrientes de convección, lo que permite obtener estructuras perfectas en materiales y aleaciones. En resumen, la microgravedad en la EEI ofrece un entorno único para la investigación científica y el desarrollo de nuevos materiales y tecnologías.
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