La reciente concesión del Nobel de Literatura a la surcoreana Han Kang ha reavivado el debate sobre la conocida «maldición» que parece afectar a muchos ganadores del prestigioso galardón. Aunque no hay evidencia de una verdadera maldición, es innegable que varios autores han enfrentado destinos trágicos tras recibir el premio. Por ejemplo, Harry Martinson, quien se suicidó tras ser premiado, y otros como Albert Camus y Pablo Neruda murieron poco después de recibirlo.
Además, la presión del Nobel puede influir en la producción literaria de los autores. Algunos, como Gabriel García Márquez, han demostrado que es posible seguir creando obras relevantes, desmitificando la idea de que el premio lleva a la complacencia.
Sin embargo, la maldición no solo afecta a los autores, sino también a las editoriales que publican sus obras. Las grandes editoriales, como Penguin Random House, a menudo absorben a los autores premiados, dejando a las pequeñas editoriales en una situación precaria. Un claro ejemplo es el caso de Jon Fosse, cuya obra fue rápidamente adquirida por Penguin, a pesar de que la pequeña editorial De Conatus había apostado por él desde el principio.
Otro caso notable es el de Louise Glück, quien fue trasladada de Pre-Textos a Visor tras la intervención de su agente, Andrew Wylie. Este tipo de movimientos generan tensiones en el sector editorial, donde las pequeñas editoriales luchan por mantener su catálogo y su identidad.
La historia de Han Kang también ilustra esta dinámica. Su obra fue publicada inicialmente por una pequeña editorial, pero tras su éxito internacional, los derechos fueron adquiridos por un gran grupo editorial, cerrando el círculo de la maldición del Nobel.
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