Los neumáticos son una de las piezas más delicadas de un coche, ya que se desgastan al estar en contacto constante con el asfalto. Por ello, es clave controlar su presión para garantizar un consumo eficiente de combustible, una conducción cómoda y seguridad al frenar. Desde noviembre de 2014, los automóviles nuevos deben tener instalado obligatoriamente un indicador de presión de neumáticos (TPMS), que alerta cuando la presión no es la recomendada por el fabricante.
Las revisiones periódicas de la presión de los neumáticos son fundamentales. Cada marca ofrece una recomendación de presión de neumáticos diferente, según el modelo. No hay una norma generalizada, aunque sí se puede afirmar que si un neumático tiene una presión de entre 2 y 2,5 bares, estará dentro de un rango normal de inflado. La necesidad de adaptar la presión de inflado a las especificaciones de cada fabricante se debe a la influencia directa que tiene cada neumático sobre diferentes aspectos críticos del vehículo.
No tener la presión correcta puede ser peligroso. Si llevas más presión en los neumáticos de la recomendada, la superficie de apoyo será menor y la adherencia disminuirá. Por el contrario, si llevas menos presión en los neumáticos de la recomendada, la superficie de apoyo será mayor, desgastando más los flancos del neumático y haciendo que la dirección del vehículo sea más pesada y el combustible se consuma a mayor velocidad.
Para comprobar la presión de los neumáticos, necesitarás un manómetro. Haz la medición en frío, antes de empezar un viaje y con el motor apagado. Quita el tapón de la rueda, engancha la manguera del manómetro al pitorro y el dispositivo marcará la cantidad de aire que tiene el neumático. Añade o quita presión según convenga, hasta que la cifra que marca el manómetro sea la necesaria. Repite la operación con el resto de las ruedas.
Imagen: infobae