Si piensas en Galicia, es probable que lo primero que te venga a la mente sean sus paisajes, como su sinuoso litoral y frondosos bosques. Sin embargo, la relación de Galicia con el cultivo de olivos es un aspecto menos conocido pero fascinante. Este vínculo se remonta a la época de la Gallaecia romana, donde se han encontrado vestigios que sugieren la existencia de olivares en la región.
Durante excavaciones en Vigo, se descubrió una prensa para aceite, lo que indica que el cultivo de olivos fue significativo en la antigüedad. A pesar de esto, la historia del olivo en Galicia está marcada por un ocaso que aún genera debate entre los expertos. Se han identificado más de 70 topónimos relacionados con olivos y se han catalogado variedades autóctonas únicas en el mundo.
El cultivo del olivo estuvo presente en Galicia desde la época romana, y se cree que la región exportaba aceite hacia Roma en los siglos II y III. Sin embargo, a lo largo de los siglos, el olivo fue perdiendo protagonismo. Las teorías sobre este declive apuntan a decisiones políticas de los Reyes Católicos y del conde duque de Olivares, quienes impusieron gravámenes que afectaron negativamente a los cultivos gallegos.
Además de los factores impositivos, se sugiere que la falta de condiciones adecuadas para la expansión del olivo, como el minifundismo y la especialización en cultivos atlánticos, también jugaron un papel crucial. A pesar de la existencia de variedades autóctonas bien adaptadas, el olivo no logró establecerse como un cultivo relevante en Galicia.
En conclusión, la historia del olivo en Galicia es rica y compleja, llena de matices que aún quedan por explorar. La combinación de factores políticos, económicos y sociales ha llevado a que este cultivo, que una vez fue prominente, se convierta en un legado olvidado en la memoria colectiva de la región.