El smartphone se ha convertido en un ordenador de bolsillo con múltiples ventajas. Es una consola, una herramienta de trabajo, una agenda y, sobre todo, un dispositivo de comunicación. Aunque la función de teléfono ha quedado en segundo plano, las redes sociales y aplicaciones como WhatsApp y Telegram nos mantienen conectados. Estas apps son gratuitas, aunque cedemos nuestros datos.
En sus inicios, WhatsApp era una aplicación de pago. Lanzada en 2009, primero en iOS con un coste de 79 céntimos, y en 2010 en Android con un año gratuito seguido de una suscripción de 89 céntimos. Sin embargo, en Android, muchos usuarios pudieron seguir usando la app sin pagar, lo que contribuyó a su popularidad en Europa.
En 2013, WhatsApp cambió su modelo de negocio en iOS a una suscripción anual de 89 céntimos. La compra de WhatsApp por Facebook en 2014 llevó a que la aplicación fuera completamente gratuita en 2016. Este cambio consolidó su posición como la principal app de mensajería, desplazando a los SMS.
La historia de WhatsApp muestra cómo una estrategia de precios flexible y la adquisición por parte de una gran empresa pueden transformar una aplicación en un servicio esencial para millones de usuarios. ¿Pagaste alguna vez por usar WhatsApp o siempre lo usaste gratis?
Imagen: Iván Linares, Alex Alcolea