En la frontera de Andorra, cerca de Pas-de-la-Case, se pueden encontrar decenas de coches aparentemente abandonados y destartalados. Estos vehículos no pertenecen a turistas ni residentes, sino a narcotraficantes que utilizan la zona para pasar drogas y cigarrillos de contrabando. Muchos de estos coches llevan matrículas de Haute-Garonne y Toulouse, en Francia.
Las autoridades aduaneras tienen la facultad de incautar tanto dinero como mercancías y medios de transporte utilizados para ocultar el fraude. En ocasiones, los traficantes optan por abandonar sus coches en la frontera para evitar ser capturados. Algunos de estos vehículos están en mal estado porque las autoridades deben desmontarlos en busca de contrabando, lo que puede dañarlos.
La acumulación de coches incautados representa un desafío para los servicios de aduanas, ya que pueden permanecer en la zona durante mucho tiempo mientras los propietarios esperan juicio o cumplen condena. Esta situación ha generado molestias en comunidades cercanas a la frontera, como L’Hospitalet-prés-l’Andorre, donde los coches abandonados y calcinados son una estampa común.
Los traficantes compran los coches a bajo precio y no cambian el registro, lo que dificulta encontrar al nuevo propietario. Después de utilizar los vehículos para transportar contrabando durante dos o tres viajes, los abandonan y, en algunos casos, los incendian para borrar cualquier rastro que pueda identificarlos.
En resumen, la frontera de Andorra se ha convertido en un lugar donde se acumulan coches abandonados utilizados por narcotraficantes para pasar drogas y cigarrillos de contrabando. Estos vehículos son incautados por las autoridades aduaneras, pero también son abandonados por los propios traficantes. La presencia de estos coches representa un desafío para los servicios de aduanas y causa molestias en las comunidades cercanas a la frontera.
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