La reciente presentación de GPT-4o ha generado una gran controversia, especialmente tras las declaraciones de Scarlett Johansson. La actriz reveló que OpenAI intentó negociar con ella para que pusiera su voz al chatbot, pero ella declinó. Sin embargo, la voz ‘Sky’ de ChatGPT tiene un sorprendente parecido con la suya, lo que ha llevado a Johansson a exigir explicaciones detalladas sobre el proceso de creación de esta voz sintética.
Este incidente pone de manifiesto posibles problemas de transparencia en OpenAI, liderada por Sam Altman. El propio Altman tuiteó ‘Her’ en referencia a la película protagonizada por Joaquin Phoenix, lo que sugiere que era consciente del parecido de la nueva voz con la de Johansson. Además, Altman contactó nuevamente con la actriz pocos días antes del lanzamiento para que reconsiderara su decisión, pero lanzó el producto sin esperar su respuesta.
El problema de fondo es el consentimiento. Los artistas y creativos no quieren que se use su trabajo sin su permiso ni compensación. Johansson dijo ‘no’, y eso no detuvo a Altman. Este comportamiento no solo puede acarrear problemas legales, sino que también es una falta de respeto hacia los creadores, independientemente de su influencia o poder.
Este no es el primer incidente que pone en duda la transparencia de Altman. En noviembre, el consejo de OpenAI intentó despedirle por falta de transparencia en otro caso. Además, varias renuncias de altos cargos en OpenAI han señalado la falta de recursos prometidos por Altman al equipo de súperalineación, encargado de velar por un desarrollo responsable de la IA.
Con reguladores cada vez más atentos a estas tecnologías, el modus operandi de Altman empieza a ser un patrón demasiado evidente como para seguir ignorándolo. La falta de transparencia y el uso no autorizado de la voz de Johansson son solo los últimos ejemplos de una serie de comportamientos cuestionables.
Imagen: Xataka con Midjourney
