La geoingeniería ha sido un tema de debate en la lucha contra el cambio climático, y uno de los proyectos más recientes es la fertilización del océano. Este enfoque busca fomentar el crecimiento del fitoplancton para aumentar la captura de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera. El consorcio ExOIS (Exploring Ocean Iron Solutions) ha propuesto un proyecto piloto en una región de 10.000 km² del noreste del océano Pacífico, con el objetivo de iniciar el ensayo en 2026.
La idea detrás de este proyecto es utilizar sulfato de hierro (II) (FeSO4) para fertilizar el agua, lo que podría acelerar el crecimiento del fitoplancton. Este organismo, al igual que las plantas terrestres, realiza la fotosíntesis y absorbe CO2, convirtiéndose en un importante sumidero de carbono. Sin embargo, el uso de sulfato de hierro presenta ventajas e inconvenientes, lo que sugiere que se deben considerar otras fórmulas.
Los experimentos naturales han demostrado que la fertilización oceánica puede ser efectiva. Por ejemplo, en 2013, se observó un aumento en la retención de carbono tras la erupción del volcán Kasatochi, que liberó cenizas ricas en hierro en el océano. A pesar de estos resultados prometedores, el proyecto enfrenta dos obstáculos principales: la financiación, que se estima en 290 millones de dólares, y la obtención de permisos, ya que el protocolo de Londres prohíbe este tipo de prácticas a menos que se realicen de forma no comercial y monitorizada.
La cautela es necesaria, ya que la fertilización del océano podría tener efectos indeseados en los ecosistemas marinos. En 2009, un estudio mostró que el enriquecimiento acuático podía fomentar la aparición de diátomos tóxicos, lo que podría resultar contraproducente. Por lo tanto, aunque la fertilización oceánica presenta una solución potencial para el cambio climático, es fundamental evaluar cuidadosamente sus implicaciones antes de implementarla a gran escala.
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