En el siglo XVI, el café era considerado una bebida de inspiración demoníaca y muchos cristianos tenían dudas sobre si su consumo los acercaba al infierno. Incluso se le tachaba de ‘la bebida de Satanás’. Ante este debate, el Papa Clemente VIII decidió probar el café por sí mismo y declaró que era ‘apto para labios cristianos’. Así, desmintió las acusaciones de que el café era una bebida condenatoria y bromeó diciendo que deberían bautizarla para que fuera una bebida verdaderamente cristiana. Aunque algunos cuestionan la exactitud de esta historia, lo cierto es que el café se ha convertido en una institución cultural y un negocio próspero en Occidente. A pesar de las prohibiciones iniciales, el café ha triunfado y actualmente mueve un mercado de 88.300 millones de dólares. Esta historia demuestra cómo los prejuicios y estigmas pueden ser superados y cómo una bebida puede conquistar el mundo a pesar de las adversidades.