En 1936, operarios del Departamento Estatal Iraquí del Ferrocarril descubrieron una tumba antigua que albergaba tesoros y vasijas de terracota datadas entre el 248 a.C. y el 225 d.C. Entre estos hallazgos, se encontró la llamada ‘Batería de Bagdad’, una vasija de terracota con un cilindro de cobre y una barra de hierro en su interior, que Wilhelm Köning, un arqueólogo alemán, sugirió que podría funcionar como una batería eléctrica. Experimentos posteriores, como los de Willard Gray y Arne Eggebrecht, lograron generar electricidad y galvanizar objetos utilizando réplicas de la batería, lo que indicaría su posible uso en procesos de galvanización en la antigüedad. Sin embargo, esta teoría ha enfrentado escepticismo y falta de documentación, abriendo el debate sobre otros posibles usos, incluyendo rituales mágicos o como contenedores de textos sagrados, dada la ausencia de terminales y la necesidad de cambiar frecuentemente el electrolito. A pesar de las controversias y teorías alternativas, la Batería de Bagdad sigue siendo un fascinante misterio de la ingeniería antigua, que desafía nuestra comprensión de la tecnología pasada y estimula la investigación continua.
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