El doomscrolling, o pasar horas absortos en las redes sociales, puede generar malestar y una sensación de condena. Nuestro interés por la información es una estrategia evolutiva de supervivencia. Las aplicaciones móviles nos ofrecen un flujo inabarcable de estímulos informativos.
El doomscrolling está vinculado al miedo y a la necesidad compulsiva de buscar respuestas. Estudios demuestran que cuantos más vídeos vemos, más queremos ver. Además, la homogeneidad y la intensidad de los vídeos también influyen en nuestra predisposición a seguir viendo.
El scrolling activa el sistema de recompensas de nuestro cerebro, liberando dopamina. Nuestro cerebro no distingue entre información útil y contenido sin importancia, por lo que siempre queremos más. Sin embargo, el doomscrolling puede tener consecuencias negativas para nuestra salud mental, como ansiedad, depresión y problemas de sueño.
Para combatir el doomscrolling, podemos alejar el móvil mientras trabajamos o dormimos, ser conscientes del momento en el que nos dejamos llevar por el scrolling automático y buscar síntomas de fatiga mental. También podemos redirigir nuestra curiosidad a otros lugares, enfocarnos en el presente y evitar darle demasiadas vueltas a las noticias negativas.
Imagen: Eddy Billard