Unos 182.000 millones de toneladas de polvo sahariano cruzan cada año el Atlántico, impulsados por los vientos alisios. Este polvo, rico en hierro, se deposita en los océanos y selvas americanas, aportando nutrientes esenciales. Un estudio reciente en la revista ‘Frontiers in Marine Science’ revela cómo el hierro transportado por el polvo se vuelve más biorreactivo durante su viaje, lo que lo hace más accesible para la vida marina.
El hierro es un micronutriente crucial para procesos biológicos como la fotosíntesis y la respiración. Sin embargo, su disponibilidad en los océanos es limitada, lo que puede restringir el crecimiento de organismos como el fitoplancton, fundamentales en la cadena alimentaria y en la fijación de carbono.
La investigación analizó núcleos de sedimentos del fondo del Atlántico, permitiendo estudiar depósitos de hasta 120.000 años de antigüedad. Los científicos encontraron que la proporción de hierro biorreactivo disminuía a medida que se alejaban de la fuente africana, indicando que parte de este hierro es absorbido por organismos marinos antes de llegar al fondo oceánico.
Los resultados sugieren que el polvo sahariano no solo fertiliza los océanos, sino que también influye en el clima global. El fitoplancton, beneficiado por el hierro, juega un papel clave en la absorción de CO2 durante la fotosíntesis, contribuyendo a la reducción de las concentraciones atmosféricas de este gas.
En conclusión, el polvo rico en hierro del Sahara tiene un impacto significativo en la productividad de los ecosistemas oceánicos y terrestres, generando cambios ecológicos y biogeoquímicos a grandes distancias de su fuente.
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