En la remota bahía de Breidafjordur, en Islandia, se lleva a cabo un ritual ancestral que protege al eider común (Somateria mollissima), el pato más grande de Europa. Este pato no es valorado por su carne, sino por su plumón, que se utiliza en la confección de cojines y edredones de lujo. Desde hace más de mil años, los granjeros recolectan cuidadosamente las plumas de los nidos, asegurándose de no dañar el hogar de las aves.
El plumón de eider es extremadamente ligero, cálido y aislante, lo que lo convierte en un material muy deseado. Un nórdico hecho con este plumón puede costar más de 6.000 euros, mientras que un pequeño cojín puede superar los 500 euros. La recolección es un proceso laborioso, ya que se necesitan alrededor de sesenta nidos para obtener un kilo de plumón.
La legislación islandesa protege a estas aves, prohibiendo la caza y la recolección de huevos desde 1847. A pesar de la alta demanda, el negocio del plumón de eider es limitado, con solo cuatro toneladas recolectadas anualmente. Esto se debe a la competencia de depredadores como las gaviotas y a la disminución de granjeros dispuestos a continuar con esta actividad, prefiriendo arrendar sus propiedades como alojamientos vacacionales.
El eider sigue siendo un símbolo de calidad y exclusividad en el mundo del plumón, enfrentándose a desafíos que amenazan su futuro. Sin embargo, su legado como el rey de las plumas perdura en el tiempo.