La historia del cultivo de aguacates en el sur de España comienza en 1954, cuando un empresario chileno-alemán, Roger Magdahl, y un ingeniero agrónomo vasco, Luis Sarasola, recorren la nacional 340 en busca del lugar ideal para plantar aguacates. Finalmente, eligen Almuñécar y, tras varios años de pruebas, en octubre de 1960 envían los primeros aguacates autóctonos a Barcelona. Sin embargo, lo que comenzó como una promesa agrícola ha derivado en un problema significativo: la escasez de agua.
En la actualidad, el pantano de La Viñuela, que abastece a la Axarquía malagueña, se encuentra al 13,94% de su capacidad. Este año, la situación es mejor que en 2022, cuando estaba al 7,88%. La sequía ha afectado gravemente la producción de mango y aguacate, con pérdidas cercanas al 90% en Almuñécar. La calidad del agua también se ha visto comprometida, con niveles de sodio y cloruros que triplican lo normal.
El investigador Iñaki Hormaza del CSIC advierte que para abastecer las 14.000 hectáreas de cultivos de aguacate se necesitarían 74 hectómetros cúbicos de agua, una cifra que no se puede alcanzar con los recursos actuales. Para garantizar el futuro de estos cultivos, Hormaza propone adoptar medidas adaptativas, que incluyen un programa de mejora genética y políticas de optimización de recursos.
La situación ha llevado a considerar la posibilidad de desalar agua para la agricultura. La Universidad de Málaga y Trops han anunciado un proyecto para desarrollar una desaladora que utilice energía fotovoltaica, aunque el avance del proyecto ha sido lento. A medida que la tecnología de desalación se vuelve más eficiente, esta opción podría ser clave para resolver la crisis hídrica en la región.
Imagen: Mumumío | Pepe Chocolate
