Este domingo se cumplen cien años desde que falleció el cabecilla de la Revolución Bolchevique de 1917 y primer líder de la URSS Vladímir Ilich Uliánov (Lenin), personaje que siguió teniendo un gran predicamento durante todo el periodo soviético e incluso después. Paradójicamente, el actual presidente ruso, Vladímir Putin, admirador de Lenin y de su sucesor, Iósif Stalin, que ha restablecido prácticas calcadas de la época comunista y se ha negado a desmantelar el mausoleo de la Plaza Roja, modificó hace dos años su actitud hacia el fundador del Estado soviético porque, según su punto de vista, entregó a Ucrania territorios pertenecientes históricamente a Rusia. El centenario del revolucionario ruso, que murió el 21 de enero de 1924, coincide con la publicación de varios libros sobre una figura fundamental en la Historia del siglo XX. Los únicos en homenajear a Lenin han sido, al igual que repiten cada año, los comunistas rusos con su habitual ofrenda floral en el mausoleo que aloja el cuerpo embalsamado del primer dirigente del proletariado mundial. A nivel oficial, ni el Kremlin, ni el Gobierno, ni ninguna otra institución del Estado ha organizado nada con motivo de la efeméride. Algunas asociaciones de nostálgicos han montado exposiciones ensalzando su influencia en la política de numerosos países del planeta. Aproximadamente un tercio de los rusos están convencidos de que el cuerpo de Lenin debe recibir sepultura lo antes posible, según un sondeo del instituto sociológico ruso VTsIOM publicado este viernes. Al mismo tiempo, un 27% de los encuestados también apoyan su inhumación, pero no ahora, sino cuando desaparezca la generación que lo idolatra. La suma de estos dos grupos de población alcanzaría el 57%.
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