Con la llegada del otoño, la luz del sol se despide antes, lo que nos lleva al ritual del cambio de hora de invierno. Este año, el cambio se realizará en la madrugada del 26 al 27 de octubre, cuando los relojes se atrasarán una hora, regalándonos así una hora extra de sueño. El domingo tendrá una duración oficial de veinticinco horas.
Este cambio afecta principalmente a las horas de luz, ya que amanecerá y anochecerá una hora antes. Su objetivo es potenciar el ahorro energético y adaptar la jornada laboral a las horas de luz solar.
El cambio de hora se remonta a la dictadura franquista, aunque el primer cambio en España se realizó en 1918. Desde 1940, España sigue el huso horario de Berlín, GMT+1, a pesar de que geográficamente le correspondería el de Londres, GMT.
Todos los países de la Unión Europea implementan este cambio en la misma fecha, aunque cada vez hay más detractores. En 2018, se presentó una propuesta para suprimir los cambios horarios, pero no se ha tomado ninguna decisión definitiva al respecto.
El Real Decreto 236/2002 establece el calendario de fechas de inicio y fin de la hora de verano para cinco años, por lo que no se esperan cambios hasta 2026.
El debate sobre los beneficios y perjuicios del cambio de hora continúa. Algunos estudios sugieren que contribuye al ahorro energético, mientras que otros argumentan que su impacto es mínimo y puede afectar negativamente la salud, alterando los ritmos circadianos.
En cuanto a los dispositivos electrónicos, el cambio de hora se realiza automáticamente gracias al protocolo de red NTP, que sincroniza los relojes de sistemas informáticos.
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