Con el paso de los años, nuestro cuerpo cambia y, por ende, nuestras formas de ejercitarnos también deben adaptarse. Aunque solemos asociar la edad avanzada con ejercicios más pausados, como caminar, existen opciones diversas y beneficiosas incluso después de los 50 años. Un ejemplo destacado es el entrenamiento de fuerza. Según el National Institute of Ageing (NIA) de Estados Unidos, no es necesario levantar grandes pesos para aprovechar los beneficios de este tipo de ejercicio. A partir de los 50, los entrenamientos de fuerza y resistencia son cruciales para mantener nuestra independencia y realizar actividades cotidianas.
La pérdida muscular, conocida como sarcopenia, puede causar problemas significativos a partir de los 70 años, como dificultades para caminar o subir escaleras. Incorporar ejercicios de fuerza en nuestras rutinas puede ralentizar este deterioro. Es fundamental ajustar nuestras expectativas y ser cautelosos para evitar caídas o fracturas. Actividades como el tai chi y el yoga pueden mejorar tanto la fuerza como el equilibrio.
Además del entrenamiento de fuerza, el ejercicio cardiovascular también es esencial. Opciones como la natación, el running o el baile pueden mejorar nuestra salud cardiorrespiratoria. La frecuencia cardiaca máxima disminuye con la edad, pero el ejercicio cardiovascular puede ayudar a mantener un flujo sanguíneo adecuado y reducir el riesgo de enfermedades.
Combinar distintos tipos de ejercicios es una práctica recomendada. Un plan de ejercicio completo debe incluir actividades aeróbicas, entrenamiento de fuerza y estiramientos. Por ejemplo, el rucking, que consiste en añadir un chaleco con peso a nuestras caminatas, es una forma sencilla de incorporar el entrenamiento de fuerza en nuestra rutina. Conocer nuestro cuerpo y consultar con expertos es clave para mantenernos sanos y activos a cualquier edad.
Imagen: Kampus Production