Si deseas preparar manzanas para un postre o para picar en el trabajo, es común que su pulpa se oscurezca debido a la oxidación. Este fenómeno, conocido como pardeamiento enzimático, ocurre cuando la pulpa de la manzana se expone al oxígeno. Aunque la fruta sigue siendo comestible, su aspecto puede no ser atractivo.
Muchos recurren al truco de rociar las manzanas con zumo de limón, pero existen métodos más efectivos que no alteran el sabor. Uno de los más sencillos es utilizar agua muy fría. Para ello, prepara un recipiente con agua fría y cubitos de hielo.
A medida que vayas cortando las manzanas, sumérgelas en el agua fría durante unos diez minutos. Después, sécalas bien y guárdalas en un recipiente hermético en la nevera. Este método puede mantener las manzanas frescas durante varias horas o incluso hasta el día siguiente.
Si deseas prolongar su frescura, puedes añadir una cucharadita de sal por cada 250 ml de agua fría. Este truco ayuda a evitar la oxidación sin cambiar drásticamente el sabor de la fruta.
Imagen: Freepij/KamranAydinov