La visibilidad al conducir es crucial, y los faros empañados pueden comprometerla seriamente. Este problema, común tanto en coches nuevos como antiguos, suele deberse a la suciedad o al desgaste, afectando la capacidad de iluminación. Limpiar los faros regularmente con mezclas caseras, como bicarbonato y vinagre blanco o pasta de dientes con limón, puede restaurar su claridad y eficacia. Estas soluciones no solo remueven la suciedad y el tono amarillento sino que son accesibles y fáciles de aplicar. Además, la prevención de la condensación interna, causante del empañamiento, es vital. Inspeccionar los faros en busca de grietas o juntas desgastadas y reparar cualquier daño ayuda a mantener el sellado hermético y evita futuros problemas. Si no se siente cómodo realizando estas tareas, acudir a un profesional es siempre una opción recomendable.
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