China se ha posicionado como el país más contaminante del mundo, seguido por Estados Unidos, India y Rusia. Durante años, defendió su derecho a contaminar, argumentando que los países en desarrollo necesitaban hacerlo para crecer. Sin embargo, la situación se volvió insostenible, llevando al país a implementar un ambicioso plan para reducir sus emisiones.
Con una inversión significativa en energías renovables, China ha superado sus objetivos de energía limpia, logrando 1.206 GW en 2024, mucho antes de lo previsto. Esto ha permitido que la esperanza de vida de un ciudadano chino aumente en dos años en comparación con hace una década. A pesar de estos avances, el país sigue enfrentando problemas graves de contaminación, especialmente en sus principales ciudades.
El ‘smog’ alcanzó niveles alarmantes en 2013, causando problemas respiratorios y afectando la salud pública. Aunque se han cerrado fábricas y se han implementado nuevas medidas para reducir el ‘smog’, los niveles de contaminación siguen siendo 5,6 veces superiores a los recomendados por la OMS. Las zonas rurales disfrutan de un aire más limpio, mientras que las ciudades, más pobladas y con mayor uso de combustibles fósiles, sufren las consecuencias.
China también está invirtiendo en energía nuclear y hidroeléctrica, pero aún queda mucho por hacer. La reducción de la capacidad siderúrgica y la eliminación de automóviles de combustión son tareas pendientes. Además, la producción de energía limpia debe optimizarse para evitar el desperdicio, ya que el ‘smog’ reduce la eficiencia de los paneles solares.
En resumen, aunque China ha logrado avances significativos en la reducción de la contaminación y el aumento de la esperanza de vida, enfrenta desafíos importantes que requieren atención continua y medidas efectivas para garantizar un futuro más sostenible.
Imagen: Tomskyhaha