China está experimentando una creciente crisis de deuda que afecta tanto a la economía como a la vida cotidiana de sus ciudadanos. Cada vez más personas destinan sus ingresos a pagar deudas, lo que reduce el consumo en bienes y servicios, afectando negativamente a los comercios y a la economía en general. Este fenómeno podría desencadenar una fractura financiera en el gigante asiático.
El país comenzó 2024 con tres grandes desafíos económicos: un hundimiento demográfico sin precedentes, una crisis inmobiliaria y una creciente deuda de la población. La lista negra de morosos ha aumentado en un 50% desde 2019, alcanzando los 8,3 millones de personas. La deuda de los hogares ha crecido significativamente, pasando de 2.000 millones de dólares en 2010 a más de 11.000 millones en la actualidad.
El gobierno chino no permite que los ciudadanos se declaren en quiebra, lo que agrava la situación de los deudores. Las medidas para enfrentar a los morosos incluyen el acoso por parte de empresas de cobro, castigos directos y, en casos extremos, la detención. Los deudores enfrentan restricciones como la imposibilidad de viajar en trenes de alta velocidad, alojarse en ciertos hoteles o acceder a empleos públicos.
La crisis económica también ha favorecido la aparición de un mercado negro de prestamistas y revendedores de billetes de tren. Analistas sugieren que China necesita un sistema de quiebras personales para equilibrar los costos entre acreedores y deudores, lo que podría contribuir a un país más equitativo. Sin embargo, la situación económica actual no parece favorable para que los deudores puedan saldar sus deudas debido a la caída del mercado inmobiliario y las crisis laborales.
Imagen: Nuno Alberto