La leche es un líquido altamente nutritivo producido por las glándulas mamarias de los mamíferos para alimentar a sus crías. Aunque es una fuente rica en calcio, proteínas y vitaminas, no es esencial en la dieta. Según los expertos de la Clínica Palasiet, los lácteos fermentados como el yogur y el kéfir son más beneficiosos debido a su menor contenido de lactosa y su aporte a la salud intestinal.
La leche es una fuente importante de calcio, esencial para huesos y dientes fuertes, y de proteínas de alta calidad. También contiene vitamina B12, crucial para el sistema nervioso, y muchas leches están fortificadas con vitamina D para mejorar la absorción de calcio. Además, aporta fósforo y magnesio, necesarios para la salud ósea, y es una buena fuente de hidratación.
Las recomendaciones de consumo varían según la edad y las necesidades individuales. Para niños de 1-3 años, se recomiendan 2 tazas diarias, mientras que para adultos de 19-50 años, la recomendación es de 3 tazas diarias. Estas recomendaciones incluyen todos los productos lácteos, no solo la leche líquida.
La leche debe almacenarse adecuadamente para mantener su frescura. Una vez abierto el envase, debe refrigerarse a unos 4ºC y consumirse en un plazo de 3 a 7 días. Es importante guardarla en la parte más fría del refrigerador para evitar cambios bruscos de temperatura.
Existen diferentes tipos de leche: entera, semidesnatada y desnatada. La leche entera tiene un mayor contenido de grasa y vitaminas liposolubles, mientras que la semidesnatada y desnatada tienen menos grasa y calorías. La elección entre estos tipos depende de las necesidades y preferencias individuales.
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