En la Edad Media, los perros y gatos eran más que simples animales; eran compañeros que reflejaban el estatus de sus dueños. Obras como ‘La Última Cena’ de Pietro Lorenzetti y ‘Las muy ricas horas del Duque de Berry’ muestran la presencia de estos animales en la vida cotidiana. A menudo, se les representaba en escenas domésticas o al aire libre, lo que indica su importancia en la sociedad medieval.
Los nombres que se les daban a estos animales también son un reflejo de la creatividad de la época. Investigaciones han revelado que nombres como Sturdy, Whitefoot y Little Hammer eran comunes para los perros. En el caso de los gatos, nombres como Gilbert eran populares. Estos nombres no solo eran divertidos, sino que también a menudo reflejaban la ocupación de sus dueños.
Durante la Baja Edad Media, el concepto de mascota comenzó a tomar forma. Los animales empezaron a ser valorados no solo por su utilidad, sino también por su compañía. Esto marcó un cambio significativo en la relación entre humanos y animales. La aristocracia, en particular, comenzó a ver a sus mascotas como símbolos de estatus, llevando a cabo prácticas como encargar retratos que incluían a sus animales.
Sin embargo, no todos los animales eran considerados mascotas en el sentido moderno. Muchos perros cumplían funciones prácticas, como la caza o la protección del hogar. A pesar de esto, la relación afectiva entre humanos y animales se fue fortaleciendo con el tiempo, lo que llevó a una mayor aceptación de los animales como compañeros.
En conclusión, los nombres y la representación de perros y gatos en la Edad Media nos ofrecen una ventana fascinante a la vida de la época. Reflejan no solo la creatividad de sus dueños, sino también un cambio en la percepción de los animales, que pasaron de ser meras herramientas a compañeros valorados en la sociedad.
Imagen: Wikipedia 1, 2, 3, 4 y 5