El 29 de noviembre una erupción solar de clase M9.8 provocó una eyección de masa coronal bastante intensa. Pero lo importante no es eso, lo importante es que era muy rápida. Mucho más que la eyección que, exactamente con el mismo rumbo, había salido el día anterior. No tenía suficiente margen y, en muy poco tiempo, la eyección del 29 ‘canibalizó’ a la anterior y creó una eyección mucho más intensa. ¿El problema? Que viene directa a la Tierra. ¿Hacia la Tierra? Ya la tenemos encima, de hecho. Desde ayer, algunas zonas de nuestro planeta están notando los efectos de una fuerte tormenta geomagnética que, según los datos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), alcanzará su punto máximo a lo largo del día 1 de diciembre. ¿Qué podemos esperar? En muchos sentidos, los efectos esperables son similares a lo que ocurrió en 5 de noviembre: problemas radiomagnéticos y una intensificación muy importante de las auroras. Es decir, una tormenta geomagnética de nivel G3. Para que nos hagamos una idea, la NOAA clasifica las tormentas geomagnéticas entre G1 (que pueden ‘causar un aumento de actividad auroral cerca de los polos y fluctuaciones menores de los suministros de energía’) y G5 (capaces de producir interrupciones del ecosistema tecnológico en toda la cara iluminada de la Tierra durante horas). Estaremos justo en mitad de esa clasificación, pero (afortunadamente) no se esperan grandes problemas. ¿Sólo eso? Es cierto que la terminología habitual para ese tipo de eyecciones se presta (mucho) al sensacionalismo. Decir que uno de estos fenómenos es ‘caníbal’ no habla ni sobre su peligrosidad, ni sobre su tamaño. Es un término que explica cómo se ha formado; es decir, que es la fusión de varias de eyecciones. Tampoco es algo que tomarse a la ligera, la verdad. Sea caníbal o no, una tormenta geomagnética es una perturbación del campo magnético de la Tierra. El mismo campo que nos protege a nosotros y a nuestra sociedad hiper-tecnificada. Eso significa que, en cualquier momento, podríamos vivir un ‘evento Carrington’ que deje en suspenso el mundo tal y como lo conocemos. Pero no estamos en esa situación. Aunque llevamos muchas tormentas este año. Es cierto que vivimos un ciclo solar sorprendentemente activo. El mes de junio pasado se cerró con 163 manchas solares. Es decir, con un récord de actividad justo cuando quedan dos años para que el pico del ciclo 25º llegue a su máximo previsto. En términos generales, a mayor número de manchas, mayor el número de eyecciones de materia y radiación. Es decir, es lógico que este 2023 estemos hablando de esto más de lo normal y, además, tiene sentido empezar a tomarnos en serio estas eyecciones porque en los próximos años es posible que vivamos algunas de intensidad considerable. El problema es que si empezamos a crear alertas sobredimensionadas, corremos el riesgo de vivir la historia de Pedro y el Lobo versión ‘catástrofe geomagnética’. Y no, no estamos preparados para ello.